La memoria es imprescindible para el aprendizaje en los niños. Hay muchos tipos de memoria que se pueden alterar de manera independiente.
La memoria operativa o de trabajo forma parte de las funciones ejecutivas; es la capacidad para mantener y manipular pequeñas cantidades de información durante un corto período de tiempo (por ejemplo, escribir una oración que se ha dictado, realizar una operación matemática mentalmente o mantener las instrucciones dadas mientras se llevan a cabo las acciones). Cuando hay dificultades en estos procesos, se pierde información e instrucciones, no se comprenden explicaciones complejas o largas, hay dificultades para comprender textos, etc., ya que en todos los casos se requiere mantener información mientras se relacionan con conocimientos previos, con importantes consecuencias en el aprendizaje escolar.
La memoria a largo plazo abarca varios «almacenes»: se diferencian la memoria procedimental (responsable del recuerdo de habilidades motoras, como montar en bici) y la memoria declarativa; dentro de esta última se incluyen la memoria episódica (relacionada con los datos autobiográficos concretos ocurridos en un momento y lugar determinados) y la memoria semántica (es decir, la memoria de conocimientos conceptuales, no relacionados con experiencias concretas).
Los aprendizajes en general y los escolares en particular implican adquirir, almacenar y recuperar información, por lo que las dificultades de la memoria declarativa tienen una clara implicación en las adquisiciones escolares.